miércoles, 3 de septiembre de 2008

ROSA DE JERICO

ROSA DE JERICOPoner la ROSA DE JERICÓ en un recipiente grande (copa o pecera) cubierta de agua en casi su totalidad, y depositar en su interior cinco monedas de curso legal de cualquier país, preferiblemente de color amarillo (oro-cobre), y hacer la oración todos los días, de acuerdo con sus necesidades. PARA ELIMINAR LAS TENSIONES Y ENVIDIAS. Poner la ROSA DE JERICÓ en un plato hondo con agua, cubriendo totalmente sus raíces y dejando al descubierto sus hojas, preferiblemente a las nueve horas de la mañana o a las tres horas de la tarde, en los días martes o viernes. Debe dejarse por tres días. Seguidamente la flor se deja secar de nuevo, y el agua que resta en el plato se usa para rociar las esquinas de la puerta de la casa, por la parte exterior, y se chismorrea por los balcones al aire exterior, a la vez que se pronuncia el deseo de paz y de Amor. Debe repetirse la operación siete semanas consecutivas. PARA CONSEGUIR TRABAJO, DINERO, O CUALQUIER OBJETIVO Poner la ROSA DE JERICÓ en un recipiente grande, (copa o pecera), cubierta de agua en su totalidad. Escribir en un papel (pergamino, plástico, metalizado, etc) y un lápiz o tinta imborrable al agua, el deseo o meta a conseguir enrollando con un pequeño hierro o piedra imán, atando el paquetito a las raíces de la planta, siempre en luna nueva o creciente, y dejándolo hasta la luna llena, haciendo la oración con el añadido de la petición con mucha fe, durante siete días, empezando los lunes, si la petición es para salud, el martes para trabajo, en miércoles si es para los exámenes, viajes o comunicaciones, en sábado para tema de embarazos o partos difíciles, reconciliaciones, etc. y en domingo si es para temas de suerte, bienestar, armonía perfecta, etc. PARA LA PAZ Y FELICIDAD EN LA CASA. Poner la ROSA DE JERICÓ en un recipiente grande y dejarlo estar en un rincón de la sala, habitación, etc. Añadiendo agua cuando falte o cambiándola si se vuelve verde o turbia, diciendo la oración a ser posible una vez al día

AMULETO OJO DE BUEY

Protege contra la envidia y el mal de ojo. Esta semilla protege contra la envidia y el mal de ojo. El ojo de buey tiene una energía muy especial y poderosa que fundamentalmente nos puede ayudar a perseverar cuando nuestra fuerza de voluntad flaquea. Ideal para cuando estamos intentando cambiar algo en nosotros o en nuestra vida y no nos sentimos capaces de conseguirlo. De color marrón rojizo con reflejos oscuros y dorados. Proporciona un aumento de la resistencia física y crea una coraza a las influencias negativas externas.

¿Es posible el contacto con seres incorpóreos?

Hay un contacto cotidiano entre el mundo que podríamos llamar espiritual y el físico. Un contacto que es evidente pero que nuestra educación nos ha hecho muchas veces rechazar, de igual manera que en el siglo pasado se hubiese rechazado la existencia de las ondas hertzianas. ¿Es posible el contacto con seres incorpóreos? (I) Ya sabéis, los que habéis sido criados en alguna familia tradicional, que según las viejas creencias las presencias espirituales están siempre junto a los niños. Los de mi época, sobre todo en familias muy tradicionales y la mía lo era no sentían la presencia de espíritus, de muertos incluso, como algo tan alejado ni tan terrorífico como más tarde llegó a ser, sino que integraban, a la manera que las urbes romanas, el espíritu de la familia. Los cuadros de las personas muertas, las figuras a veces simplemente de escayola del ángel de la guarda, nos hacía mantener un estado de contacto permanente con un mundo invisible. Además entraban en la educación una serie de elementos que hoy llamaríamos míticos, se enseñaba a los niños ciertas realidades psicológicas. No estoy muy seguro de que hayamos avanzado mucho en cuanto a darle a veces a un niño conocimientos para los cuales no está preparado. Adelantando, de alguna manera, una visión completamente positivista de la vida. El hombre necesita para vivir no solamente una casa o un empleo seguro, también necesita un poco de ilusión, creer en algo. Habría en el mundo, por tanto, muchas realidades paralelas. No solamente realidades estrictamente físicas sino también realidades que podríamos llamar metafísicas, o sea, que están más allá de la parte física, y que sin embargo son también nuestro alimento, nuestra necesidad. Para poder hablar de los espíritus, de aquello que no es exactamente corpóreo, tangible, es necesario primero tratar de ver el mundo como realmente es y no como nos quieren hacer ver a través de los grandes medios de difusión. He escrito varios libros, y el primero lo comencé cuando tenía 20 años. Ese primer libro o novela Ankor el Discí-pulo, me sorprendía a medida que lo iba escribiendo, porque sus personajes cobraban vida propia. Nunca se me había ocurrido ubicar dentro de esa novela, que era sobre la vida de un discípulo en la Atlántida, batallas y escenas de guerra, pero mis personajes escapaban, eran raptados por los piratas, perseguidos por la guardia real, se encontraban, se peleaban. Y yo lo único que hacía era seguir con mi mano escribiendo, escribiendo, escribiendo. (En aquel entonces todavía sabía escribir a mano, ahora las sofisticaciones han hecho que apenas pueda firmar). Pero mis personajes iban surgiendo de alguna manera y de alguna parte. Y el que escriba poesía o el que compone música sabe perfectamente que no es uno el que está escribiendo, sino que eso viene de alguna otra parte, es una especie de inspiración. Incluso puede bajarnos en cualquier momento, aún en los momentos más absurdos. Si no lo escribimos, y muchos de nosotros tenemos esa experiencia, si no transcribimos esa poesía, ese pensamiento filosófico, desaparecerá para siempre. Ya no lo vamos a recordar con la misma frescura. Sabremos de qué se trata, pero de ninguna manera va a tener aquella entereza, aquella verdad global que tenía al principio. No, eso lo hemos perdido para siempre. Hay un contacto cotidiano entre el mundo que podríamos llamar espiritual y el físico. Un contacto que es evidente pero que nuestra educación nos ha hecho muchas veces rechazar, de igual manera que en el siglo pasado se hubiese rechazado la existencia de las ondas hertzianas. Podemos poner una radio en una habitación con todas las puertas cerradas y sin embargo conectamos perfectamente y la oímos. ¿Cómo es que esa voz traspasa las paredes? Yo no puedo atravesar un muro, pero si fuese una onda hertziana podría atravesar la pared. De tal manera tenemos que ver que esos mundos que podríamos llamar de lo espiritual, de lo energético, lo material, no estarían absolutamente divididos, sino que estarían integrados, globalizados dentro de un Universo que los contiene. Y aunque no sepamos a veces exactamente lo que pasa, lo intuímos, lo sentimos, y además lo necesitamos profundamente. Porque por más heroicos que seamos es muy difícil vivir sin alguna forma de conciencia espiritual. Todos hemos aparecido en la vida como quien aparece en el escenario de un teatro. Alguien nos empujó de golpe, no sabemos quién, y en un buen momento, cuando ya le habíamos tomado gusto a la vida, cuando creíamos haberla entendido, otra vez viene un brazo misterioso que nos saca de la escena. Esto es como un teatro donde venimos a representar algo. ¿Por qué? ¿Para qué? El viejo omnia transit es cierto, todo pasa. Y aunque a aquellos a los que nos gusta la Arqueología o tratamos desesperadamente de que nuestras piezas no se herrumbren, no se caigan, no se deshagan, sabemos que se van a deshacer inexorablente. Porque todo se va renovando. Si nos quedamos quietos en una habitación cuando entre un rayo de Sol por la ventana, vemos caer continuamente un polvo fino que va sepultándolo todo para la renovación de las cosas. Vemos cómo los edificios más antiguos se hunden en la tierra y cómo todo cambia, nada permanece. ¿Por qué varían las cosas, por qué cambian? No podemos quedarnos en el fenómeno en sí, sino indagar para qué todo esto, para qué esta angustia, esta destrucción. Por qué el hombre común está siempre en lo que llamaban los existencialistas de la época de Sartre ese «estado agónico». O como diría Jaspers, ese estado límite en el cual siempre tenemos la presencia de la enfermedad, de la vejez, de la muerte, rememorando a Siddarta Gautama. El hombre ha ido cambiando, ha ido mutando sus ideas, sus costumbres, pero vuelve siempre a estas viejas preguntas. Los filósofos creemos que lo que diferencia fundamentalmente al hombre del animal no es la razón, ni el aspecto, sino el hecho de que el hombre puede percibir a Dios, y puede percibir también un mundo metafísico, un mundo que no es solamente de materia, sino que está más allá de la materia. Y lo percibe con el alma y con el corazón, no solamente con el instinto. A veces me divierto viendo como mi gato de Siam persigue a los elementales, a los espíritus de la naturaleza. Él está hecho para eso, y los ve. De sus garras afiladas surgen ciertas formas que tratan de cazar a ese elemental. Él puede verlos, pero no creo que lo razone se lo pregunté varias veces, pero nunca me contestó . Por eso los antiguos decían que el ser humano no estaba constituido tan sólo de materia, sino que era, digamos, una especie de envoltorio que además de la parte material tenía otras partes, partes sutiles que incluso purificaban la forma y manera del ser material. Tal vez muchos de vosotros cuando erais niños jugábais con un imán, un papel y limaduras de hierro. Si se pone un imán debajo de un papel y encima de éste limaduras de hierro, inmediatamente toman una determinada forma. Cuan-do quitamos el imán, las limaduras van a cualquier parte, están en estado caótico, se caen del papel. Si volvemos a poner el imán, las limaduras no se caen aunque volvamos a invertir el papel. Por tanto, las limaduras no son lo que da la forma, lo que da la forma es el magnetismo, ese tipo especial de electricidad que existe entre los dos polos del imán. Tal vez hayáis opuesto dos imanes. ¡De qué manera se rechazan! Parece que hubiese algo en medio de ambos imanes. Cuando uno es pequeño pasa un dedo o un papel para ver si encuentra algo. ¿Qué es lo que ofrece tanta resistencia a que se unan? Es algo invisible, y sin embargo real, esa fuerza eléctrica, magnética. Desde este simple y burdo ejemplo tenemos la existencia de algo que no es estrictamente físico y que sin embargo es real. Por eso los antiguos decían que nuestro cuerpo está conformado en 7 planos de conciencia o 7 dimensiones o estados de vibración. El agua, con las dos valencias de oxígeno y los dos átomos de hidrógeno, con una consistencia casi coloidal, es exactamente igual que el hielo, con sus aristas y puntas, que parece casi un metal, y que el vapor, cuya consistencia es mínima. Todo esto es uno. De la misma manera los antiguos decían que el hombre era uno. Y de ese hombre uno, la parte física es tan sólo la parte inferior. Como las limaduras de hierro hacen el reflejo de la forma del arco magnético, así también nuestra forma física, nuestra presencia física, sería nada más que la representación, la consolidación de un estado energético y quizá incluso de un estado espiritual que nos mantiene, digamos encarnados dentro de lo físico. Entre los antiguos hindúes esta parte inferior era llamada el stula-sharira. Luego estaría el prana-sharira. Este prana-sharira o doble etérico, comúnmente dicho, hace que las cosas permanezcan en determinadas formas y relaciones. Por encima estaba el linga-sharira, o sea el mundo psíquico, el mundo de las emociones. Hay una gran interrelación entre los tres mundos. Decían los antiguos filósofos hindúes que hay otro cuerpo intermedio llamado kama-manas, o sea mente de deseos, la formada por nuestras ideas cotidianas. El antakarana es el puente o la unión con la parte superior llamada manas. Manas es el espacio donde radica el Yo. Cuando realizamos una meditación, dejamos el cuerpo, vamos más allá de la parte meramente energética, el corazón empieza a bajar sus pulsaciones, baja la tensión arterial, tranquilizamos nuestra psiquis, hacemos que nuestra mente, habitualmente un mar embravecido, se vaya tranquilizando, se vuelva un espejo. ¿Quién se mirará entonces en esa tranquilidad absoluta, quién está más allá de todo eso? ¿Quién puede decir si está tranquilo o no? Evidentemente algo que no es ese mar tranquilo, algo que está fuera de dicho mar. Es este Yo, esta parte superior que también representan con un triángulo, formado por tres elementos. Uno es esta Mente, este Yo superior que de alguna manera mantiene cierta cohesión aquí debajo. Este Yo posee algo muy misterioso que podemos llamar intuición, la posibilidad de conocer algo sin pasar por los procesos lógicos. Esto se aprecia en el Arte sobre todo. Sería ese «lugar» donde no tenemos que justificarnos ni explicar nada, porque somos como somos. Y en silencio nos arrebujamos dentro de nosotros mismos, y nos apartamos del mundo, felices o infelices, pero somos lo que Somos.